viernes, 4 de diciembre de 2009

La visión de un compañero - Conmovedor !

De guerrillero a presidente

Por Marcelo Estafanell.

Hace 37 años el Uruguay vivía en Estado de Guerra. En aquéllos tiempos los guerrilleros éramos atrapados como moscas cada día y, cuando no, huíamos al exilio o nos tocaba la muerte. La tortura generalizada se imponía en los cuarteles y los compañeros más lúcidos comenzaron a vislumbrar la derrota. Por entonces, el hoy elegido presidente de todos los orientales, era un fogueado guerrillero y, por si fuera poco, mi jefe. Recuerdo con nitidez asombrosa los criterios que me trasmitió a los pocos minutos de conocernos en la clandestinidad y en el medio de la debacle: 1) no entrar más a nuestros locales puesto que ya no había vivienda segura; 2) procurarse cada uno una frazada y un nailon tubular para pernoctar en los pequeños montes que existían en los alrededores de Montevideo; 3) enterrar esos elementos y no confiar a nadie dónde lo habíamos dejado; 4) por último, nunca dormir dos noches seguidas en el mismo sitio.

Con esos criterios vigentes nos convertimos en trashumantes; en los bolsillos de mis abrigos se fueron acumulando elementos de higiene, desde un antisudoral hasta una máquina de afeitar descartable, desde una barrita de jabón hasta un cepillo de dientes. Por otra parte, teníamos que agudizar el ingenio para poder conseguir ducharnos sin correr mayores riesgos.

Desde mis 21 años de edad —y pese a que él no tenía más que 35 años— para mi el Pepe Mujica era "el Viejo": una especie de don Quijote enancado a una bicicleta; vestía pantalones burdos y se abrigaba con un gabán grueso; se cubría la cabeza con una boina vasca y llevaba un bolso de lona terciado a la espalda.

Más de una noche helada de julio compartimos en el monte un salchichón cortado en rebanadas y unas galletas con grasa mientras intentábamos administrar el desastre y tratábamos de comprender la dura situación política y militar en la que estábamos inmersos.

Antes de dormir, combatíamos el frío con un buen trago de grapa.

Uno descansaba mientras que el otro velaba el sueño y las armas.

Así intercambiábamos los papeles de escudero y de caballero entre las nueve de la noche y las dos de la mañana, y desde las dos hasta que en el horizonte comenzaba a despuntar el alba. Luego, cada uno se internaba en la ciudad para realizar sus tareas esquivando patrullas y redadas.

Sí parece mentira, han pasado 37 años y aquél caballero andante montado en bicicleta hoy es el presidente de todos los uruguayos, es mi presidente y, desde que aquellas noches clandestinas, es mi hermano.

Los tiempos de tortura, cárcel y muerte han quedado atrás hace mucho tiempo, arrumbados junto con nuestros viejos errores mayúsculos y con nuestros desastres pretéritos. Solo pervivió el afán de luchar por una sociedad más justa aceptando las reglas de juego de la democracia luego del fracaso de la dictadura y la recuperación de la libertad tan ansiada.

Ha sido un camino largo, sin duda, y lleno de enseñanzas. Cuando "el Viejo" Mujica entró al parlamento como diputado, en 1995, comenzaba otra etapa de su vida que nadie imaginó como el principio de un proceso que iba a culminar en la máxima magistratura. Ese día, este Quijote moderno, empezó a hacerse conocido por su sencillez en el hablar, por su sempiterna campera y por su nuevo Rocinante: en lugar de la bicicleta una antigua Vespa.

Pasó esa legislatura y en el siguiente período fue electo senador de la República, uno entre tantos, pero cada año que pasaba conquistaba más respeto y más apoyo popular. En el 2004 logró nuevamente la banca al senado, pero esta vez como el más votado de todo el espectro político; de tal suerte que estuvo en sus manos tomarle el juramento a todos sus pares, ya sean de derecha, de izquierda o de centro.

Y esta noche, 29 de noviembre de 2009, con los datos del balotaje a la vista, constato la última quijotada: el "Viejo Pepe" es nuestro Presidente.

Como le sucedió a Sancho Panza, sé que muchos no dan dos cobres por su capacidad de gobernar y por su aspecto informal como si se llevara mal con la ropa planchada; sin embargo, si de algo estoy seguro, es que gobernará con la misma sapiencia y con el mismo sentido común que lo hizo en la ínsula de Barataria el escudero del Caballero de la Triste Figura.

De nada vale que los retrógrados de hoy y de siempre, cuestionen al sistema porque hoy un antiguo guerrillero llega a presidir nuestro destino siguiendo las reglas de juego constitucionales, como si fuera una debilidad del régimen vigente. No se de dan cuenta, precisamente, de que allí radica la fortaleza de la democracia.

El Pepe Mujica puede espolear a Rocinante de nuevo y salir por los caminos a proteger a los huérfanos, a los indigentes y a las viudas indefensas; puede seguir alimentando sueños generosos para convertir este pequeño país en un ejemplo de libertad, de producción, de conocimiento y de tolerancia. Tiene la sabiduría de un viejo zorro, el olfato de un sabueso, la piel curtida luego de tantos fracasos. Y, lo que es más importante, tiene a una fuerza política atrás y a un pueblo que lo apoya.

Sí, parece mentira, han pasado 37 años y el Pepe es presidente de todos los orientales.

La vida tiene vueltas muy extrañas y, en este caso, ciertas singularidades que invitan a reflexionar detenidamente. Quizás llegó la hora de la reconciliación verdadera. Quizás llegó el momento de pedir disculpas por las vícitimas inocentes que causamos con nuestro accionar de antaño.

Sin duda mañana comienza otra etapa y las tareas que le aguardan al “Viejo” Pepe —y a su equipo— son extremadamente complejas. Ya se ha hecho camino pero queda por demostrar que salir del subdesarrollo es posible. Las ideas están claras, su implementación es todo un desafío.

Sí parece mentira, hace muchos años compartimos montes, clandestinidad, tortura y cárcel. Y hoy, gracias al destino que nos tocó en suerte, podemos vivirlo y, sobre todo, podemos contarlo. Esto no es poca cosa. Usando palabras de nuestro nuevo presidente: “¿Querés más? Más es lujo”.

Marcelo Estafenell nació en Paysandú, en 1950. Mientras cursaba tercer año de Facultad de Veterinaria en Montevideo (1972) fue detenido por su militancia en el Movimiento de Liberación Nacional, Tupamaros. Su mayor refugio durante esos años de encierro fue la lectura (llegó a leer unos 1600 títulos), y su gran pasión fue desde entonces: El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha. Fue liberado en 1985, época en que retomó sus estudios universitarios y comenzó a trabajar como diseñador gráfico. Se especializó en redes informáticas y comunicaciones. Desde enero de 1991 es Editor Gráfico, Administrador de Redes y Jefe de Sistemas del semanario Búsqueda. Es autor de Don Quijote a la cancha (2003) y El retorno de Don Quijote, Caballero de los Galgos, obra premiada con el Bartolomé Hidalgo en 2005. Por último publicó “El hombre numerado” en 2007, donde relata sus memorias carcelarias. Obra de la que se realizaron 7 ediciones.


La visión de Jorge Lanata, de nosotros

Por Jorge Lanata

Son tipos raros. A mediados del ’84,cuando se resquebrajaba la dictadura del general Gregorio “Goyo” Alvarez,hijo del general Gregorio Alvarez Lezama, nieto del general Gregorio Alvarez, el pequeño dictadorcito de 1,70 metro que gobernó el Uruguay entre el ’81 y el ’85, vi cómo cientos de señoras con cacerolas salían a los balcones de la Rambla para apoyar el paro de colectiveros.
Tipos y minas raros: en el barrio de La Teja se organizaba la pobreza de Montevideo en ollas populares; en cada olla, además de comida, había un psicólogo. Y había, también, consultas populares para todo: se vencía el alquiler del Café Sorocabana, en la esquina de la Plaza y 18 desde 1939, y miles de firmas se unieron para impedirlo. Los avisos del bar en los diarios, en medio de aquella campaña, decían simplemente: “Discuta. Sorocabana”, o “Lea poesía. Sorocabana”. El bar, que llegó a vender 20 mil pocillos en un día, aquel en el que terminó la Segunda Guerra en 1945, tuvo que cerrar su local de la Avenida y mudarse a la calle Yi. Era el último de una dinastía que sólo se prolongaba en la ciudad de Durazno, donde otra sucursal con el mismo mobiliario y estilo pero impedida de seguir con la marca decidió poner en la puerta: “Ex Sorocabana”. Gente rara.
Ahora uno de los más raros, el tipo que sostiene que las hormigas gritan, está a punto de convertirse en presidente del país. El Pepe, el Viejo, el guerrillero, Mujica, pasó quince años de su vida en prisión como rehén. Iban a matarlo si los Tupamaros retomaban las acciones armadas; vivió con otros rehenes un aislamiento total: pasó cerca de dos años en un pozo sin movilidad y eran rotados por las prisiones militares, sin contactos con el interior o el exterior.
“Yo tenía siete ranitas a las que alimentaba con miguitas de pan –recuerda ahora,varios siglos más tarde–. ¿Sabés que las hormigan gritan? Lo descubrí al ponerlas al oído para entretenerme. Estuve siete años sin leer nada, salvo unos pedazos de diarios.”
“A veces nos comunicábamos por morse.También con voces, estornudos, nos pasábamos señales de vida. El sueño nuestro cuando nos sacaban al baño era encontrar pedazos de diario en vez de papel higiénico, para saber qué pasaba afuera”, continúa el Pepe.
Hace unos meses, por primera vez, el Pepe se puso un traje. Llevó años arrastrarlo hasta la casa de Gabriel Mutto en la calle Maggiolo. Un presidente tiene que tener un traje.Bueno, traje sí pero corbata no. ¿Cómo que corbata no? Mutto aportó una idea diplomática:corbata sí, pero sólo con visitas de dignatarios extranjeros. O cuando le toque a él ir al exterior, sí. En ese caso, la corbata es una forma del respeto, y Uruguay respeta. “Uruguay es un pueblo respondón. No le vas a decir que se calle y obedezca. Somos conservadores anarquistas”, dice Eduardo Galeano. “Hay que crear un banco para los pobres”, sueña el Pepe, que no necesita más de 1.500 dólares para vivir y donará los 15 mil mensuales de su sueldo si gana, invitando al resto del gabinete a hacer lo mismo. Uruguay lo mira, entre conmovido y escéptico: ¿será lo que parece que es? ¿Parecerá lo que no puede ser? Gente rara, dijimos.
Conservadores anarquistas, dicen ellos. Mujica, el Viejo, es seguido por ejércitos de jóvenes. Su línea arrasó la interna del Frente Amplio con votantes nuevos, confirmando una vez más aquello de que no hay diferencias generacionales, sino viejos boludos.
“La vida tiene muchas cosas amargas –dice el Viejo– pero también ofrece revanchas. El problema es saber vivirla con continuidad y tener la capacidad de levantarse cuando se ha caído. Nosotros tuvimos esa experiencia (de la prisión). No la buscamos ni la planeamos, ocurrió de un modo que supera la imaginación de un novelista. Pero no vivimos para cultivar una memoria, mirando hacia atrás. Creo que el ser humano tiene que saber cicatrizar sus heridas y caminar en la perspectiva de futuro. Pues no podemos vivir esclavizados de las cuentas pendientes de la vida, si hacemos eso no se vive el porvenir de la vida, no se vive lo que está por venir. Y la vida es siempre porvenir.Yo tengo una memoria y sus recuerdos, no puede ser de otra manera. Pero dejo una cosa bien clara: el libro de mis cuentas pendientes, ése yo lo perdí. Y allá estaba yo, frente al Batallón Florida. ¿Pero qué restaba del Batallón Florida? La bandera, los trapos, los soldados marcando el pasado, tal vez con hambre, cumpliendo su misión. ¿Y la gente que me llevó a prisión? ¿De qué me voy a acordar? ¿De eso? No tiene ningun sentido. Es importante no olvidarse de nada, pero pienso que es necesario mirar el mañana. No se vive de recuerdos. Y, como militante, es necesario recordar que las credenciales también envejecen y deben ser renovadas. Es importante mirar al pasado pero también es necesario perderle el respeto.”
Caído el Generalísimo Alvarez, los tupamaros organizaban charlas con el público, abiertas, en las plazas de Montevideo y el interior del país. Ni el ERP ni los Montoneros pudieron hacer lo mismo. El triunfo arrollador de la primera vuelta (Frente Amplio 48,16%; Blancos 28,94; Colorados 16,90) tuvo su dejo amargo con la negativa a la anulación de la ley de amnistía. La Ley 15.848 de la Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado (eufemismo uruguayo por Ley de Impunidad) divide aún hoy al país y limita a su mínima expresión la posibilidad de juicios por violación a los derechos humanos. Los uruguayos no tuvieron Malvinas: su transición, más parecida a la chilena, negoció una salida civil sin derrota militar alguna.
“Creo que no es posible hacer transformaciones relativamente importantes antes de quince o veinte años”, dice el Pepe, a los 74 años. ¿Será posible mirarnos de manera trascendente? ¿Querrán los uruguayos trabajar por algo cuyos resultados no van a ver?
Uruguay vive, también, la trampa del discurso múltiple:honestidad en un paraíso del lavado de dinero, impunidad en un pequeño país donde los bancos, demasiadas veces, han dictado la ley.
Luis Alberto “Cuqui” Lacalle –en campaña descamisado, una versión oriental de Menem con mejor promedio en el colegio– es parte de un Uruguay que lucha por sobrevivir en medio del vendaval: la quiebra del Banco Pan de Azúcar, los negocios de los hermanos Rohm y adjudicaciones irregulares de medios a sus amigos se han transformado en pesadillas recurrentes.
Agazapado en medio del ring, el viejo Uruguay responde con lo que encuentra a mano: el sorpresivo “descubrimiento” de un arsenal de armas de guerra vinculadas a narcos brasileros pero adjudicadas oportunamente a una remake tupamara alteró hace unos días la siesta de Montevideo. Fue todo tan torpe, e ingenuo, que recordaba a aquella mucama de Pablo Neruda yendo a enterrar su segundo vestido al jardín “porque con Allende iban a llegar los comunistas al poder y se lo iban a quitar”.
Mujica sabe que la manera de cambiar el país es lograr que los uruguayos cambien: “La deuda externa es impagable. Nosotros fingimos que pagamos y ellos fingen que nos cobran. Uno grita, pero el Fondo sigue igual, esta ahí. Lo que es necesario cambiar es nuestra postura. Porque a mí nunca me colocaron una 45 en la cabeza obligándome a pedir dinero prestado. El problema es que estamos educados para pedir prestado cuando enfrentamos dificultades. Y ellos ‘generosamente’ nos prestan. No lograremos cambiar el mundo con gritos, lo que es necesario cambiar, en primer lugar, es nuestra conducta. El día en que aprendamos a vivir con lo que tenemos, estaremos libres. No tenemos que cambiar al Fondo, somos nosotros los que tenemos que cambiar”.
Tabaré Vázquez dejará el poder con al menos cuatro orgullos: haber cumplido su palabra de evitar la reelección, irse con el 70 por ciento de imagen positiva, haber reducido el 18 por ciento los hogares de niños pobres y haber implementado la que fue –en opinión de este autor– la noticia política más importante de la década en América latina (sí, leyó bien):Uruguay es el primer país del mundo que llevó adelante sin cortapisas ni remiendos el plan “una lap-top por chico”: mientras en Argentina se discutía el precio, Uruguay entregó e instaló más de 460 mil computadoras personales.
Para decirlo de otro modo: cada chico del Uruguay en edad escolar primaria cuenta con su ordenador, puede llevarlo diariamente a su casa y compartirlo con su familia. Cada una de esas computadoras tiene una conexión gratuita a la red. El año próximo se comenzará con los alumnos secundarios. El relato tendencioso de los Rodríguez Saá suena, en este contexto, como una especie de broma: San Luis entregó sólo algunos miles de máquinas, dio créditos para comprar otras y llenó la provincia de conexiones wi-fi (conexiones, o sea: enchufes, no máquinas).
El nuevo desafío se llama ahora en Uruguay Plan Cardales: lograr que todos los hogares del país reciban cable, conexión a la red y teléfono a un precio casi simbólico, como paso previo a la informatización de todas las áreas de gobierno para agilizar y transparentar las gestiones ante el Estado.
Ahí están nuestros primos: ¿tipos raros,no? Se merecen que les vaya bien.